Un efectivo fue asesinado luego de ser apuñalado en Palermo. El drama de las fuerzas en un tiempo donde defenderse está mal visto.
Ayer por la tarde una gran cantidad de personas se conmocionaron al ver por televisión las imágenes en las que un sujeto con problemas mentales apuñaló y terminó con la vida de un policía.
Facundo Roza al inspector Roldán en la Avenida Figueroa Alcorta al 3300, a metros del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba). Roldán fue trasladado de urgencia al Sanatorio Mater Dei, donde murió a las 17.30.
La polémica se abrió poco después, de si el policía acuño bien, de si debía dispararle directamente en el pecho o en la cabeza al agresor. La realidad es que hoy, tanto el atacante como el agredido están muertos, uno por las heridas del arma blanca y el otro por los balazos.
Se mide con una doble vara, si el policía le hubiera disparado antes que el sujeto se aventara hacia él con el cuchillo seguramente se estaría juzgando el accionar del efectivo, sería tratado de asesino, de no haberle dado una “oportunidad” al delincuente. Oportunidad de que se preguntan muchos.
Quizás estamos en un país en donde se defiende la delincuencia, en donde los agresores, asesinos, ladrones y otros tantos entran por una puerta y salen por la otra. Estamos en un país donde la gente teme defenderse porque sabe que la “justicia” será más severa con la gente de bien, con el que no tiene antecedentes, etc. El resto pasa a ser un residuo “víctima de la sociedad”.
Hablando con muchos cercanos de la Policía me comentaron que antes de defenderse o disparar piensan mil veces las cosas, ya que después vienen las denuncias, acusaciones de organismos de DD.HH, etc. Pero cuando matan a un policía nadie sale a decir nada.
Nadie es trigo limpio, cada uno sabe lo que hace, pero si no hay mínimas garantías para defenderse en un país donde la violencia crece día a día realmente estamos complicados, por no decir jodidos.
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