Una columna que se inaugura hoy, Mirna Longobucco nos cuenta las dificultades que las personas con discapacidad sufrieron a raíz del Covid 19 en el distrito y el país.
“Son tiempos distintos, dolorosos, congelados, todos estamos en una cotidianeidad extraña, rara, que por momentos tienen rasgos de tensión o de aceleración muy crueles” (Carlos Skliar).
Los efectos de la pandemia del COVID-19 nos han alcanzado a todos, unos más vulnerables que otros. Ante esta pandemia las personas con discapacidad (PCD), se vuelven aún más vulnerables, cada decisión que se tome y cada acción que se realice, repercute con mayor fuerza a las PCD. Se encuentran con más barreras para acceder a la información, la educación y los servicios, y muchas veces se las pasa por alto en las respuestas a las emergencias.
Por ejemplo, no es lo mismo que se tome la decisión de dar clases virtuales para una persona sin discapacidad —que solo enciende su computadora, ingresa a una plataforma y recibe su clase— que para una persona con discapacidad, que para recibir su clase requiere que la plataforma que se va a utilizar sea accesible. No es lo mismo indicar que a cada niño o niña en condición de pobreza, las instituciones educativas les entreguen alimentos, donde sus familias los preparan normalmente, que cuando es una persona con discapacidad, llámese Parálisis Cerebral por ejemplo, que requiere alimentos específicos para alimentarse a través de una sonda, o pedir distanciamiento social, o que salgan solos o solas a hacer ejercicios o con las mascotas, cuando para una persona con TEA (TRANSTORNO ESPECTRO AUTISMO), se le dificulta estar en la casa por tanto tiempo, le produce crisis y requieren salir acompañadas por la persona que les asiste, o por ejemplo, las persona con discapacidad en situación de pobreza extrema, que viven aisladas y no tienen acceso a algo tan básico como un jabón o alcohol en gel.
Las políticas públicas requieren ser transversales a toda la sociedad para revertir las formas estructurales de exclusión y desigualdad que se agravan con la pandemia. Las personas con discapacidad también son/somos personas, trans, varones, mujeres, niñas, niños, jóvenes, adultos mayores, migrantes, indígenas, existe una heterogeneidad en las formas en que se vive esta condición. Es importante pensar la discapacidad de manera situada y en intersección con otras dimensiones identitarias porque no requieren lo mismo ni se puede homogeneizar a un grupo por una característica.
Las barreras tecnológicas, burocráticas o administrativas son vividas por gran parte de la población debido a las particularidades territoriales que hay en nuestro país -zonas periféricas, rurales o barrios populares con escasa conectividad a los servicios básicos-, esto en el colectivo de personas con discapacidad se ve agravado por la falta de accesibilidad comunicacional y pone en riesgo el acceso a ayudas económicas, apoyos diferidos, servicios de asistencia o consultas.
A las problemáticas estructurales en el ámbito de la salud,se le sumaron otras propias del encierro. El acceso a las prestaciones es un tema que arrastran desde hace tiempo. La pelea por obtener las coberturas de los tratamientos, gestionar con la obra social o en el sistema público un turno siempre fue engorroso, y ahora más aún, consultas médicas a distancia y sacar turnos médicos en las páginas webs de las obras sociales. También han reportado la discontinuidad de prestaciones médicas vinculadas a cuestiones de salud mental, incluso en relación a situaciones de emergencia y/o impostergables.
Hay múltiples discapacidades. Algunas no exigen la medicalización, otras como las discapacidades viscerales requieren de una visita más frecuente al médico o médica para realizarse controles periódicamente. Otros necesitan atención psicológica y rehabilitación. Muchos de estos tratamientos se suspendieron por el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), hoy DISPO (Distanciamiento Social Preventivo Obligatorio) o fueron trasladados a la modalidad virtual.
La situación no ha terminado y las variaciones continúan modificando constantemente cualquier horizonte, por lo que ante esto, que resulta inevitable, debemos extremar las medidas y fomentar los cambios y adecuaciones necesarias para garantizar el ejercicio de los derechos de las personas con discapacidad a una vida autónoma e independiente.
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